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El menemismo, etapa superior del peronismo (página 2)



Partes: 1, 2

 

Aparición
del menemismo en América
Latina.

Es necesario puntualizar que el menemismo es la etapa
superior del peronismo, en
tanto se trata, este, de un movimiento
cuya organización no pudo superar al tiempo. Y
que incluye a todos los que le fueron funcionales, esencialmente
los radicales y los liberales.

Pero es complejo, gastado y gorila hablar del
peroalfonsodelarúakirchnerismo. Remite al
perocomunipofascismo del primer peronismo, el que generó
una reacción visceral, movilizada por …los
medios masivos
de comunicación.

Queda claro, entonces, que cuando decimos menemismo
incluimos a todos los antes mencionados. Y, no menos, a los
militantes rentados por los derechos humanos,
que cierto es que lucharon política y
culturalmente contra las tropelías de los militares. Es
posible establecer con ellos una analogía con los
integrantes de la Resistencia
Peronista, que se creían después los dueños
del movimiento.

Los militantes rentados de los derechos humanos se
creían dueños de la democracia. Y
se convirtieron en nepotistas.

Decía Perón, al
concretar la Revolución
Justicialista de los años ´50 – con ideas que
algunos suponen basadas en Durkheim y
otros, con mas sentido común, en la Doctrina Social de la
Iglesia – que
el estado
tenía un rol indelegable en la mediación de los
conflictos
sociales, en la programación de la infraestructura – esto
es, la planificación – y en garantizar el reparto
de la riqueza. Se decía que "donde había una
necesidad había un derecho" y se obraba en
consecuencia.

Este proyecto se
derrumba por la acción
concurrente:

  1. Del terrorismo
    de estado – que
    aparece en el siglo XX una mañana de junio de 1955, con
    el bombardeo a la Plaza de Mayo. Y provocando el golpe tres
    meses después.
  2. El agotamiento por venalidad y hedonismo de
    importantes sectores de la burocracia
    peronista, prefigurando lo que sería el germen del
    menemismo en que, dijimos, este
    cristalizaría.

Desde ese momento el peronismo se convierte, durante
dieciocho años, en el perro del hortelano de la nación:
le prohiben gobernar y no deja gobernar. La llamada "Resistencia
Peronista" es épica y se realiza en los planos
político, militar y cultural, en ese orden.

La cultura como
el saber que crea, difunde y consolida verdades siempre le
fue ajena al campo nacional y popular que el peronismo integraba.
Y no por carencia de cuadros, justo es reconocerlo.

Ocurre que el peronismo siempre le dio primacía a
la política – hasta la aparición del menemismo – y
relegó lo cultural al lugar de la Cenicienta, que se
convoca para una milonga pero tiene que volver a la casa
tempranito, antes que la truchada se evidencie.

Es obvio que no hablamos de la "cultura
apocalíptica" como dice Umberto Eco. Ni de "alpargatas si,
libros no". De
esa cultura los pensadores, escritores, músicos, plásticos
que el peronismo parió nos eximen de todo comentario. Como
el índice de alfabetización que Argentina
tuvo.

Esto lo comprendieron los gorilas de derecha y de
izquierda – los de peor pelaje, estos últimos – que
fabricaron, distribuyeron y pretendieron consolidar "verdades a
la carta" con
la ayuda inestimable …de los medios masivos de
comunicación.

Pero pasaron los dieciocho años, Perón
volvió a un país convulsionado que no pudo
pacificar y murió después de pedir "que se vayan
todos", adelantándose como buen diagnosticador que era, a
la tremenda crisis de
representatividad que estaba clausurando una cierta forma de
conducción: la democracia representativa, donde el
soberano delega su soberanía en un representante, que era, en
realidad una lista sábana. Y sucia.

Lo hizo mediante el sencillo procedimiento de
designar como vicepresidente a su mujer, una pobre
señora incapaz de conducir un almacén. Y
sabiendo que se iba a morir. El. Pronto.

Quedó en el camino todo lo que se dio en llamar
"clase
política" argentina, que Perón ninguneó con
un poco de asco que todos pudimos percibir.

Vino, entonces, el golpe sangriento del 24 de marzo que
la izquierda consagró como dictadura,
cuando es evidente que fue una tiranía. Pero ya
mencionamos que de cultura andamos flojitos. Y que el lugar de
las tiranías la historia lo limita a la
primera – Juan Manuel de Rosas – y la
segunda – Juan Domingo Perón. Al menos la historia que
consagran …los medios masivos de
comunicación.

La misma situación se vivió en casi toda
América
del Sur y Central. Partidos clásicos de origen popular que
se caían devorados por las polillas de la profesionalización de la
política.

Menem, un extraño gobernador riojano, de patillas
ridículas a lo Facundo – en Facundo no eran
ridículas – estuvo preso, como casi todos los dirigentes
políticos de cierto fuste menos todos los que fueron
presidentes hasta Néstor Kirchner, incluso, que supo
tejerse una mitología de resistente que le tira de
todos lados. A ellos no los tocaron las ergástulas de la
tiranía.

Pero las fotos y documentos que
acreditan esa impunidad es
evitada …por los medios masivos de
comunicación.

El equipo de economistas cuarteleros eran doctos
ciudadanos de apellidos bien insertos en la historia de la
patria. Estaban imbuídos de las doctrinas de moda en el mundo.
Ellos empezaron la tarea de demolición, con la inestimable
ayuda de …los medios masivos de
comunicación.

Argentina empezó a crujir y, cuando la
resistencia se hizo medianamente consistente, los militares
dieron el zarpazo austral que terminó con ellos y nos
hace, ahora, limitar con la vergüenza, en el sur.

Después asoló el país un producto
radical – de la ingeniería publicitaria, seguido de una
cohorte de personajes en que la ineptitud disimulaba la corrupción, salvo alguna
excepción.

Este personaje era típico del interior de
Buenos Aires,
usaba bigotes estalinistas, aunque pretendía comportarse
como un gramsciano y apenas era seguidor de Krause.
Presidió un gobierno
patético que le declaró la guerra a la
economía,
o algo así.

Los militares, árbol caído del cual ya era
tan fácil como justo y necesario hacer leña, no
encontraban su lugar en la sociedad y se
sublevaban pero no mucho, decían. Y lo jaqueaban mal. Lo
mismo que el movimiento obrero. En unos y en otros primaba la
desesperación.

Mientras tanto, el huevo de la serpiente en que se
había convertido el peronismo bonaerense, estaba agazapado
esperando su oportunidad. Y la tuvo en forma de saqueos, que
pasaron a constituir una nueva forma de "hacer
política".

Y un día cayó. El radical vencido por la
realidad adelantó la entrega de su gobierno, al personaje
central de estas páginas: Carlos Saúl Menem, que
había sido "su mejor gobernador".

Venía, este, de ganarle una interna limpiamente
al más conspicuo de los desgastados dirigentes peronistas.
Dos fueron los actores principales de esa victoria:

  1. La masa peronista, que veía en Menem un
    caudillo histórico de patillas simbólicamente
    patrióticas, en tanto románticas y, por lo tanto,
    reaccionarias. Se decía, en ese rebrote de la sociología fácil que cundió
    en la casi década del bigotudo gramsciano, que en cada
    argentino anidaba un "enano fascista". Y se quedaban cortos
    estos sociólogos de boina blanca y franja
    morada.
  2. La sedicente "clase dirigente peronista" presta para
    alinearse detrás del más debil, deslucido y
    carente de aparato caudillo del interior. Y le erraron
    fiero.

Menem ganó la elección por tres causas
concurrentes:

  • Carisma, extraño pero carisma al
    fin.
  • Por un tremendo error del gobierno que se iba que
    ignoró – digamos – que un grupo de sus
    seguidores de izquierda constituyeron una patrulla loca que
    asaltó un regimiento provocando una masacre y
    dándoles a los militares una prueba más de la
    "guerra" que habían librado.
  • Por un hastío generalizado de la población en la ineptitud y soberbia del
    gobierno radical.

Es justo reconocer que al asumir intentó una
salida ortodoxa: la llamada "burguesía nacional", que
apenas existía en un imaginario tan romántico y
reaccionario como las patillas del presidente y le brindó
un ministro de economía que primero fracasó y al
poco tiempo murió, inaugurando la fama de jettatore
que todavía lo acompaña y que se siguió
manifestando en la muerte o
desgracia de varios personajes de su entorno.

Una axiología, la ideología del menemismo.

La ideología del menemismo es una
axiología.

Esto es amargo y se asienta en una gran
confusión; el argentino medio cree ver en el Viejo
Vizcacha el paradigma de
la viveza criolla, cuando apenas era un canalla amoral y
ventajero.

Menem alentó esa mirada y el argentino medio la
compró. Quedó, entonces, el país
constituido, por un lado, por una mayoría aplastante de
Vizcachas amorales que se hacían amigos del juez,
escupían los asados, le sobaban el lomo a la autoridad y,
por el otro, los tontos – vamos a decirlo en fino – que no
comulgábamos con piedras de molino tan bastas. Y nos
convertimos en profetas en el desierto.

La soledad, una constante nuestra, de no poder llegar
con argumentos convincentes a los bandeados. El escarnio de ser
unos "quedados en el ¨73", gorilas reaccionarios que no nos
sumábamos a la orgía del salariazo y la
revolución productiva. Todo esto con la cobertura
encomiástica …de los medios masivos de
comunicación.

Sabíamos que íbamos a ganar, pero tarde. Y
que esa victoria se iba a limitar a lo intelectual,
exclusivamente, por que no iba a tener un correlato de
expiación.

No nos adelantamos al final si señalamos que
así fue.

Con el menemismo la política dejó de ser,
definitivamente, una herramienta para intentar cambiar una
realidad hostil, para consolidarse como medio de vida. Esto tuvo
tres consecuencias naturales:

La primera, el nepotismo.

La segunda, resultado de la primera, la
ineptitud.

La tercera, el establecimiento de una depurada trama
mafiosa que atravesaba la mayoría de los partidos, a
partir de un centro natural en la provincia de Buenos
Aires.

El culto del poder fue una consecuencia lógica,
en el marco de esa axiología. En un momento en que el
mundo se embebía del concepto
foucaltiano de poder como red, Argentina adoraba un
poder central, monolítico, dinástico.

Ahora, donde hay una necesidad, aparece un negocio. O
negociado, bah.

Y, del mismo modo que la desocupación disciplinó el reclamo
social y se hizo funcional al plan de
aniquilación de la patria mediante un empate siniestro de
la moneda nacional con la del Imperio, la pobreza se
hizo funcional a la clase política.

No es esperable, hoy, que sea un objetivo
sincero la constante declaración de combatir la pobreza. Es
absolutamente funcional al sistema y lo
consolida con el clientelismo punteril. La hez del conurbano
bonaerense, por ejemplo, puesta a hacer caridad.

Es imprescindible mencionar que hubo gente, de casi
todos los partidos
políticos, que supo abrirse y no se manchó. El
llamado "Grupo de los Ocho" lo más destacado, junto con
dos concejales de la Ciudad de Buenos Aires que no convalidaron
la orgía del intendente que inventó las escuelas
shoppings.

Y hacemos la oportuna mención que
excluímos del menemismo culposo a los que solo son
responsables por introducir un papel en una urna,
acompañando con tozudez futbolera a un movimiento que
había dejado de existir.

Conocemos gente que argumentaba que "siempre fui de
Racing y peronista y voy a morir siendo de Racing y peronista",
asignándole a la política que habían
conocido una función
"camisetil" que nunca tuvo antes. Si así hubiera sido el
primer peronismo no hubiera sido posible, en tanto no
nació de un repollo, sino de los radicales personalistas,
fundamentalmente, que tuvieron la inteligencia
de ver donde estaba lo que ellos y la Patria
necesitaban.

Aclarando un poco más, ahora. Hemos definido al
menemismo como una axiología – la del Viejo Vizcacha – y
queremos el castigo de los que lo perpetraron.

Nos remitimos exclusivamente a los que lucraron con
la orgía que suponían interminable
. A los
profesionales de la "política". Desde presidentes a
punteros de barrio, titulares de unidades básicas o
comités, presidentes de cooperadoras y de centros de
jubilados, todos al servicio del
puntero de turno.

Están condenados al círculo dantesco de
los infames traidores a la patria.

Y, como si todo lo mencionado fuera poco, ahora uno se
encuentra con la repollogénesis que comentamos antes.
Condenan "la política de los ´90" como si no
hubieran mamado de sus tetas ubérrimas, como si no
hubieran sido coautores de las mismas, como si no merecieran una
modesta autocrítica.

Juegan con el olvido de los que no vamos a olvidar, por
que el olvido nos constituye menos que los recuerdos.

El
Poder en el menemismo.

Hemos escuchado concepciones curiosas del poder en el
menemismo. La más desfachatada y precisa creemos que fue
la Yabrán: "El poder es impunidad". El menemismo estuvo y
está signado por lo que el ex patilludo – las patillas
iban desapareciendo con las relaciones carnales, las aplicaciones
de colágeno y las tinturas e implantes capilares –
designó como "casualidad permanente".

Estas eran:

  • La detención, procesamiento y prisión
    inevitable (la Embajada seguía el caso) del jefe de
    campaña en la provincia de Buenos Aires por narcotráfico.
  • La explosión de una ciudad que permitió
    salvar las diferencias de un sonado caso de contrabando
    de armas.
  • La creación de una aerolínea
    paraestatal que contrabandeaba cocaína de Tacna.
  • Las patotas punteriles reemplazando la acción
    de las fuerzas de seguridad
    sin pagar costos
    políticos por la sangre
    derramada.
  • La esposa de un ministro controlando a su
    marido.
  • Las muertes oportunas de testigos en causas
    resonantes.
  • Las denuncias de soborno de senadores para obtener
    una ley laboral.
    Costó la carrera de un vicepresidente que fue –
    después de Perón – el segundo en decir "que se
    vayan todos". Solo que se fue él y le pidió a los
    demás que se quedaran. Otro ejemplo que la honestidad
    con el bolsillo es una condición necesaria pero no
    suficiente. Videla y Alfonsín, por ejemplo, tampoco se
    quedaron con un vuelto.

Y más, muchas más. Pero esto es apenas un
bosquejo de interpretación, no una infructuosa
denuncia.

Hemos escuchado, también, definir el poder como
"atractivo". Poder disponer algo, dentro de una estructura, y
que ese algo se haga. Nos suena ingenuo, pero no exime de culpa.
Y la culpa es perder la noción de servicio que ese poder
brinda, además de revestirse de altanería en muchos
casos.

Otro atributo curioso de los que detentan poder es
llamado, por algunos, presencia.

Es difícil, para la gente de bien, comprender de
que hablan cuando mencionan la palabra "presencia". Intuyo, por
lo que me contaron, que tiene que ver con:

  • La elección de la ropa adecuada para la
    actividad. "La campera para la militancia, ingeniero.
    Acá, el traje".
  • La juventud
    investida de autos
    "poderosos". Los carentes de "presencia" son los
    "cachivaches".
  • El manejo indiscriminado, innecesario y torpe de
    algunos recursos
    tecnológicos: telefonía
    celular, computadoras
    (en especial portátiles) y cámaras y filmadoras
    digitales que documentan todo, cuando los documentos
    sólo sirven para aprietes mafiosos.
  • El peróxido, el flequillo y los trajes sastre
    en las mujeres.
  • La vestimenta rigurosa para las ceremonias
    "trascendentes": asunción de concejales y consejeros
    escolares, por ejemplo.
  • Los compañeros y compañeras mutuamente
    convenientes, porque si en la mochila de cada menemista macho
    hay un bastón de mariscal, en el corazón
    de cada menemista hembra hay una embrionaria abanderada de los
    humildes. Y en los bolsillos de unos y otras una
    vocación de saciedad que los constituye. Cuestiones de
    género que ellos creen consolidar en la
    autoridad del General y el sentimiento humanitario de Evita. Se
    han constituído, y se constituyen todavía,
    parejas así. "No los une el amor sino
    el espanto". Y algunos confiesan que ni el sexo. A su
    práctica me refiero. Y viendo cada día quien
    primereaba al otro.
  • Algunas marcas
    personales que llamaremos "neolombrosianismo" y son el tema de
    otra monografía.

Como Roma no paga
traidores, el paso del tiempo marcó a muchos menemistas
con la vara rigurosa y sádica del descoloque. Se pueden
conjeturar los motivos – nunca axiológicos – por los que
se cayeron.

Y sufrieron etapas de transformación. Primero
siguieron adorando la mano del amo que los golpeó,
buscando una reinserción difícil cuando no
imposible. Después se dio la etapa del distanciamiento
crítico: "yo nunca fui menemista", "hizo lo que se
podía hacer", "manejó la crisis mejor que nadie". Y
concluyeron, al ver que la caída era irreparable, en el
odio al puntero de turno.

Olvidan, y es una de nuestras tesis, que la
convivencia en el menemismo genera seropositividad. Y que es muy
difícil perder esa seropositividad. Casi diríamos,
imposible.

El tratamiento de recuperación se debe hacer con
sacerdotes, jueces y personal del
servicio penitenciario, de acuerdo a la gravedad del
involucramiento.

Ocaso
y caída.

Un gobernador de Buenos Aires, de vida austera y
discreta, fue una piedra fundamental en la formación del
aparato menemista y mantuvo una liturgia que, en el contexto de
las políticas
sociales que se estaban perpetrando, era absolutamente
ridícula.

Este hombre
detectó que cierta marcha invitaba a "combatir el capital", no a
aniquilarlo, como terminaron haciendo. Entonces remó para
el otro lado y el patilludo devenido "beio, alto y de ojos
azules" se tuvo que ir. Odiando a los traidores – los que
empezaban a darse cuenta de la evidencia, como los borrachos en
la primera etapa de su intoxicación – y prometiendo
volver.

Y este hombre de la provincia de Buenos Aires – que fue
coautor del reemplazo de la bandera gloriosa que flameó en
Tonelero, Obligado, La Verde, Cepeda y tantas otras jornadas
donde las masas criollas quisieron moderar el afán
modernizador de los europeizantes doctores porteños –
volvió a tropezar en la misma piedra.

Después de elegir como candidato manejable un
cordobés tan carismático como una lechuza,
cambió su elección por un gobernador de provincia
chica, que se fue – dice que huyendo de los militares – de Buenos
Aires "con una mano atrás y otra adelante" según
decires de su esposa, para hacer una fortuna más que
regular. Y girar al exterior los fondos de su provincia cuando el
país se derrumbó.

Sin dejar de tejer una consistente alianza con sectores
de los derechos humanos que vendieron la sangre derramada –
sectores que también integran esta axiología que es
el menemismo, como ya señalamos – y lo ayudaron a
presentar una imagen en el
exterior fabricada por …los medios masivos de
difusión.

Y lo volvieron a traicionar, como el ex patilludo del
NOA, devenido ahora en Pololo Bonsai.

Es que el menemismo sigue al que cree ganador y
aprovecha la contingencia para hacer lo que domina:
caja.

A
manera de epílogo.

El caudillo restaurador bonaerense dejó el
gobierno con el mandato acortado a cacerolazos debido a dos
asesinatos provocados por su neomazorca – a la que llamó
"la mejor del mundo". Su ministro de economía
después de producir la más brutal transferencia de
recursos que mi generación conoció, para salir del
mencionado empate entre la moneda nacional y la del Imperio,
logró reinstalar una suerte de protocapitalismo que pudo
recuperar el crecimiento que empezó a sacar el país
del fondo del pozo.

Al poco tiempo el presidente asumido se lo sacó
de encima y la economía funcionaba en "piloto
automático". Pero la infraestructura no acompañaba
el crecimiento, con un ministro ocupado en negar la realidad y
hacer negocios con
los amigos, controlado minuciosamente y con fervor militante por
su esposa. Tres años después el desastre ya era
evidente

El crecimiento se asentaba en el elevado valor del
precio de las
materias primas que se exportaban y que, por primera vez en la
historia, revirtieron el deterioro de los términos del
intercambio. Y pensaron que era para siempre.

La brecha entre ricos, pobres e indigentes, aún
establecida por el organismo oficial competente era pavorosa y
tendía a consolidarse, como la desocupación – que
algo había descendido – y el trabajo en
negro que abundaba hasta en el Estado.

No percibieron que la caída de la
representación era irrecuperable. Y que esta
situación ocurría en el mundo. El nepotismo estaba
a la orden del día y un candidato nacido en Buenos Aires
podía pasar, de diputado por Santa Cruz a senador
bonaerense y candidato a la presidencia de lo que – antes del
menemismo – había sido una nación.

Consideraban, sinceramente, los que pretendían
evaluar alternativas, que con asambleas era imposible
gobernar.

¡Alguien tiene que mandar! – decían,
acostumbrados a obedecer. Y se burlaban.

Pero unas asambleas, bien que alentadas por el gobierno,
nos pusieron al borde de la guerra con un país hermano,
algo menos impensable que la recuperación de las Islas
Malvinas.

Corresponde señalar que, desde el inicio de la
constitución del sujeto de la modernidad
democrática (¿1789?) hasta que votaran para delegar
representación mujeres y negros, por ejemplo, hubo que
esperar casi doscientos años y derramar mucha
sangre.

¿Cuántos años llevará en
constituirse en plenitud el sujeto de la posmodernidad?.

20 de diciembre de 2006

Edgardo E Molgaray

Agradecimientos: A todos los amigos, parientes,
conocidos, gente entrañable, que me dieron letra desde
adentro: Daniel Evers, LSB, Raúl Doldán, E.O,
Angelita, Héctor Aledda y tantos otros, no tan
entrañables, concejales, consejeros, intendentes,
legisladores y sindicalistas con los que hubo que tratar por
razones profesionales.

Que Dios los sepa perdonar en Su infinita
misericordia.

A los caídos hace cinco
años enlas jornadas de Plaza de
Mayo.

 

Edgardo E Molgaray

País: Argentina

Ciudad: San Antonio de
Padua, provincia de Buenos Aires

Ingeniero. Escritor. Algunos premios ganados en el
género cuento y
trabajos presentados sobre la profesión. Militante
peronista hasta la asunción del ex-presidente Carlos
Saúl Menem.

Partes: 1, 2
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